7 de agosto de 2006

A Condolezza Rice

Señora Condolezza

Permítame suponer en voz alta o quizá pensar en un mundo al revés y por qué no, un llamado de mujer a mujer.
Condolezza Rice, es usted una mujer negra con una carrera ascendente, es Secretaria de Estado en su país, el conocido Estados Unidos de América. Desde su cargo puede influir en muchas decisiones importantes internas y de carácter internacional.
Quizá recuerde su origen de una familia de granjeros y el Estado de Alhabama, el racismo y la discriminación. Es posible que si mira hacia atrás reciba algo dé luz para ver así sea por segundos a aquellos negros de las plantaciones, negros llevados desde África para ser esclavizados; negras separadas de sus hijos al ser vendidas…Hoy no son esclavos pero siguen discriminados y ¿Cuántos en el corredor de la muerte?

Señora, imagino que usted, en voz baja, a lo mejor cante las letras de negros espirituales o los Gospel Songs y refresque su memoria, olvide los halagos que producen el poder y los abrazos de los poderosos para recordar a su pueblo.

Quizá en los apuntes de sus lecturas tenga alguna cita –que desde luego no aplica- de Martin Luther King, el hombre que abogó por la resistencia no violenta contra la represión racial o a lo mejor lea la biografía de Ángela Davis, una mujer negra norteamericana luchadora y defensora de los derechos de los negros y de la mujer. Las movilizaciones internacionales la salvaron de la pena de muerte.

Condolezza Rice puede abogar por la decidida participación de Estados Unidos para una negociación justa tanto para Palestina como para Israel; contribuya para el retiro de las tropas de Estados Unidos en Irak y entienda la urgencia de un alto al fuego en Oriente Próximo. ¿No siente dolor por esas madres huyendo de los bombardeos de Israel en Líbano? Dígame ¿de que está hecha? Yayaya, ya sé que son intereses económicos, políticos…¿Por qué se presta para tanta injusticia?

De usted señora Condolezza Rice quiere el presidente Bush que sea “la cara de América hacia el mundo y en ella el mundo podrá ver la fortaleza, estilo y decencia de nuestro país”. ¿Será eso lo que de verdad usted quiere? Porque sin ninguna duda mirará estos días la televisión, y se verá muy elegante y serena mientras que Beirut y el sur de Líbano arde por el secuestro de dos soldados israelitas. Ni usted, ni yo, ni el mundo lo cree.

Condolezza Rice, déjeme pensar fuera de la realidad. ¿Qué pasaría si usted buscara asesoría de feministas y muchas y muchos istas que quizá sólo conoce por informes tendenciosos o informes mal informados? ¿Tendrá la capacidad de dialogar y escuchar a hombres y mujeres de aquí y allá que nos sea políticos o estadistas?

¿Qué pasaría si el mundo quisiera a Estados Unidos por su sentido de cooperación, acciones de paz, su adiós a las armas, la firma del acuerdo de Kioto, su participación en el Tribunal Penal Internacional y por la paridad en su gobierno?

Señora, ya sé que todo esto es imposible. No es suficiente que s e encuentre una mujer en el poder para hablar de cambio social, tendría que estar hecha de una madera especial y un alma que usted ya perdió ¿La tuvo alguna vez?. ¿La podrá recuperar? Ojalá, pero los miles de personas que perdieron su vida nunca más la tendrán, los poblados y ciudades podrán reconstruirse pero las heridas quedarán. Ni modo señora, no puedo evadirme de la realidad, tiene usted junto a su presidente lo peor de la condición humana.