aptdo. correos 29

24 de junio de 2010

Reflexiones sobre el amor

Mis queridas jóvenes colegas, para ustedes estos apuntes sobre las relaciones amorosas.
Quiero iniciar algunas reflexiones que me trasladan a una juverntud vivida con toda la búsqueda, la emoción, la adrenalina y los sueños que son también los de una militante. Trasegué apostando por un mundo más justo, más equitativo y ético, que acerté y me equivequé pero hoy puedo gritar: Lo intenté y lo sigo intentando.
Quienes nos propusimos cambiar el mundo en aquellos maravillosos años de soñadoras, de soñadores, cambiarlo para que “el pueblo tuviese pan, tierra y libertad” , cambiarlo por nuevas estructuras, apuntarle a un gobierno socialista, lo hicimos siempre, pensamos en lo colectivo y lo social.

Quisimos hacer la revolución y recuerdo aquel debate sobre si transformábamos el mundo o nos transformámos transformando el mundo. En fin , de todos modos apostamos por una nueva sociedad, dimos lo mejor de nuestra juventud, reíamos sin temor a nada y con la alegría de quienes viven reconciliados con la vida.

Cambio, revolución, cambio, cambio. ¿Hasta dónde era realmente una revolución? ¿Hasta dónde se trataba de un cambio? Los debates estaban dirigidos a la sociedad y no al hombre y la mujer y, cuando se hablaba de la individualidad, la nombrábamos en masculino: el hombre nuevo, por dar sólo un ejemplo.

Hablábamos de las relaciones sociales y las demás quedaban sometidas a los intereses del colectivo, así las relaciones de pareja nunca fueron objeto de transformación como tampoco lo fueron las relaciones con los hijos e hijas o el concepto y vivencia del amor. Presente y muy presente, el patriarcado y el autoritarismo que se reproducían de acuerdo a los cánones establecidos -con manifestaciones abiertas o sutiles-.

Por aquellos años el feminismo irrumpió con fuerza, pero estábamos tan ocupadas, tan ocupados haciendo la revolución que no había tiempo para detenerse en “esas pequeñeces”, del cuerpo, el amor, el aborto, la anticoncepción, la utonomía, la diferencia…Hablábamos de igualdad y muchas mujeres guerriamos dentro de las organizaciones por conquistarla y lo hicimos también en los sindicatos, en la calle, en el camppo, en la casa pero algo faltaba o algo no cuadraba.

No había tiempo para sí misma tampoco para sí mismo. Desde luego que contribuimos en los cambios de cada participante de los procesos por la fuerza de las acciones y el afan de transformaciones pero también llegaron influencias externas como los movimientos hippies y feminista –que también se alimentaron de esas otras experiencias-pero prevalecieron los conceptos conservadores y el moralismo cristiano y que hoy siguen presentes en la cotidianidad de cientos o miles de militantes de izquierda de aquel entonces.

Hoy encontramos a muchos dirigentes y lideresas que han ampliado un poco su visión pero no se atreven a dar el paso para asumir actitudes y un discurso que de verdad contribuya a revolucionar nuestra cultura, nuestro pensamiento, nuestra acción y sobre todo nuestro sentir. Quisiera imaginarme un debate-taller en el Polo sobre el cuerpo y el amor y simultáneamente el mismo debate en el Partido Verde, Conservador, el de la U y cuanta colectividad política exista en este país. ¿Cuál sería el resultado?

En su libro “Para mis socias de la vida”, Marcela Lagarde nos trae a Simone de Beauvoir en su crítica a Sartre: las mujeres mientras no vivamos desde “el yo misma” no podemos ser libres ni aspirar al amor en libertad.

Esa urgencia de las mujeres poder ser libres y amar en libertad será una llave para una real transformación individual y social. Ya empezó, ¿podríamos acelerarla?

15 de junio de 2010

Reflexiones sobre el amor

Mis queridas jóvenes colegas, para ustedes estos apuntes sobre las relaciones amorosas.

Quiero iniciar algunas reflexiones que me trasladan a a una juverntud vivida con toda la bísqueda, la emoción, la adrenalina y los sueños que son también los de una militante que trasegó apostando por un mundo más justo, más equitativo y ético, que acertó y se equivocó pero puedo gritar: Lo intenté y lo sigo intentando.

Quienes nos propusimos cambiar el mundo en aquellos maravillosos años de soñadoras, de soñadores, cambiarlo para que “el pueblo tuviese pan, tierra y libertad” , cambiarlo por nuevas estructuras, apuntarle a un gobierno socialista, lo hicimos siempre, pensamos en lo colectivo y lo social.

Quisimos hacer la revolución y recuerdo aquel debate sobre si transformábamos el mundo o nos transformámos transformando el mundo. En fin , de todos modos apostamos por una nueva sociedad, dimos lo mejor de nuestra juventud, reíamos sin temor a nada y con la alegría de quienes viven reconciliados con la vida.

Cambio, revolución, cambio, cambio. ¿Hasta dónde era realmente una revolución? ¿Hasta dónde se trataba de un cambio? Los debates estaban dirigidos a la sociedad y no al hombre y la mujer y, cuando se hablaba de la individualidad, la nombrábamos en masculino: el hombre nuevo, por dar sólo un ejemplo.

Hablábamos de las relaciones sociales y las demás quedaban sometidas a los intereses del colectivo, así las relaciones de pareja nunca fueron objeto de transformación como tampoco lo fueron las relaciones con los hijos e hijas o el concepto y vivencia del amor. Presente y muy presente, el patriarcado y el autoritarismo que se reproducían de acuerdo a los cánones establecidos -con manifestaciones abiertas o sutiles-.

Por aquellos años el feminismo irrumpió con fuerza, pero estábamos tan ocupadas, tan ocupados haciendo la revolución que no había tiempo para detenerse en “esas pequeñeces”, del cuerpo, el amor, el aborto, la anticoncepción, la utonomía, la diferencia…Hablábamos de igualdad y muchas mujeres guerriamos dentro de las organizaciones por conquistarla y lo hicimos también en los sindicatos, en la calle, en el camppo, en la casa pero algo faltaba o algo no cuadraba.

No había tiempo para sí misma tampoco para sí mismo. Desde luego que contribuimos en los cambios de cada participante de los procesos por la fuerza de las acciones y el afan de transformaciones pero también llegaron influencias externas como los movimientos hippies y feminista –que también se alimentaron de esas otras experiencias-pero prevalecieron los conceptos conservadores y el moralismo cristiano y que hoy siguen presentes en la cotidianidad de cientos o miles de militantes de izquierda de aquel entonces.

Hoy encontramos a muchos dirigentes y lideresas que han ampliado un poco su visión pero no se atreven a dar el paso para asumir actitudes y un discurso que de verdad contribuya a revolucionar nuestra cultura, nuestro pensamiento, nuestra acción y sobre todo nuestro sentir. Quisiera imaginarme un debate-taller en el Polo sobre el cuerpo y el amor y simultáneamente el mismo debate en el Partido Verde, Conservador, el de la U y cuanta colectividad política exista en este país. ¿Cuál sería el resultado?

En su libro “Para mis socias de la vida”, Marcela Lagarde nos trae a Simone de Beauvoir en su crítica a Sartre: las mujeres mientras no vivamos desde “el yo misma” no podemos ser libres ni aspirar al amor en libertad.

Esa urgencia de las mujeres poder ser libres y amar en libertad será una llave para una real transformación individual y social. Ya empezó, ¿podríamos acelerarla?

14 de diciembre de 2009

De Juanita Barreto

Estimada Fabiola:
Te saludo hoy de manera especial, con mis reconocimientos por todo el trabajo realizado para la realización y culminación de este evento. Deseo que las propuestas, los propósitos y los sueños que en él circularon sigan alimentando las apuestas por un periodismo que reconoce los derechos de las mujeres, y que el Manifiesto de Bogotá sea difundido ampliamente.
Sororo saludo,
Juanita Barreto Gama

9 de noviembre de 2009

Carta para Markos

Mi querido nieto:
Eran las 4 de la madrugada cuando sentí el timbre del teléfono. Escuhé a tu madre: Ya viene Markos. A partir de ese momento iniciamos el revuelo en el apartamento en el centro de Bogotá, plena Candelaria, zona histórica de esta capital.
En plan relajado, tu madre dejó que en la ducha, el agua corriera por su cuerpo en el que se dibujaba tu figura. Tu padre, acompañaba a la joven madre, y entre contracción y contracción terminó de pintar a Asterix y Obelix en tu cuarto. La abuela dio un retoque a la sala y a la cocina hasta que llegaron las 6 de la mañana, entonces ella preparó su cámara y, fotos aquí y fotos allá, esas que hoy ya son parte de tu historia.
Tu mami con su hermosa barriga, papá pintando y los cerros de Guadalupe y Monserrate pendientes del suceso para grabarlo en sus entrañas. Quizá algún día alguien descodifique todo lo que en su interior se acumula.
Pronto muy pronto llegaron las madrinas que acompañarían el nacimiento: una de siete años y otra de 10, desde luego, invitadas de excepción.
Llegó el médico con toda sus parafernalia de equipos y empezó a llenar de agua una piscina. Una enfermera y otra acompañante formaron el grupo de profesionales. Pero no sólo él y ellas fueron las responsables. Llegó tu tío materno con el darbuka y tocó música árabe, una prima que pronto se fue, la amiga entrañable de tu padre y la bioenergética de la familia.
Ya el alboroto estaba en su plenitud. Era una fiesta, ¡Claro que era una fiesta! Una nueva vida, un ser deseado y esperado estaba a punto de ver la luz.
Tu madre se introdujo en la cavidad llena de agua tibia mientras avanzaban las contracciones. Cambio de posiciones, masajes, mimitos para acompañar a esa valiente mujer que hizo junto a tu padre que tu llegada fuese de verdad un acontecimiento. Llenaron de contenido esta palabra.
La música paró. Abuela seguía preparando en la cocina arroz y sudado. ¡Ah! y aguapanela para darle sorbos a tu mami. Pronto sabrás que abuela no es la mejor cocinera pero que se reserva uno que otro plato para celebrar, pero cuanto si sabía ella es que “más sabe una diabla por vieja que por diabla” porque acertó la hora de tu nacimiento.
A las 5:25 de la tarde de un 22 de octubre, tomaste impulso y saliste del olimpo materno como si fueses un pez. El médico te tomó en sus manos y pasados unos segundos el pecho de tu madre fue el primer territorio sobre el que sentaste tu cabeza y soltaste el primer llanto. En medio de tanta felicidad, caras de sorpresa y sonrisas escuchamos “la voz de América”, a Mercedes Sosa, con “Palabras para Julia”. Luego un ritual para que tu padre cortara el obligo y, un brindis: Nació Markos. ¡Gracias a la vida! Seguía Mercedes con los versos de Violeta Parra.
Desde lejanas tierras el abuelo y la tía siguieron las horas hasta que las alcanzaron para retener la misma emoción de quienes presencialmente éramos partícipes.
¡Bienvenido! ¡Bienvenido! ¡Bienvenido! Una luz se coló por las ventanas y las fotos de un anaranjado atardecer dejaron constancia de la inmensa felicidad que se instaló en todos y todas las que esperábamos tu presencia.

Te querrá para el resto de la vida
La abuela

9 de abril de 2009

Desde Madrid, villa y corte...

Madrid, villa y corte, a los treinta días del mes de Marzo del año 2009.

Que emoción tan grande, saber que le hemos robado una carcajada en una larga tarde dominical y que de paso, nos hemos ganado unos ladridos de la perra Canela. Esto de escribir, tiene sus recompensas. Guau, Guau.

Ha sido muy difícil tramitar la conseguida del tradicional sobre con ribetes azules y rojos. He buscado en Internet esa imagen que habita en nuestras memorias, pero no la conocen. Esos sobrecitos los recuerdo mucho desde los siete años, cuando me llegó una carta por el correo temprano y en esa carta decía, con errores ortográficos incluidos y letra infantil temblorosa: "NOS BEMOS DONDE SAVEMOS, ALA SALIDA DEL CATESISMO".

Bueno, la carta estaba escondida en uno de mis cuadernos, pero cada que veo esos ribetes azules y rojos, mi memoria rescata esa sobrecito y esos temblores cuando me dirigía a mi primera cita clandestina. Ah, tiempos aquellos, que sí volverán. Así que esta carta también viaja sin ese hermoso sobre.
...(la carta sigue con una deliciosa prosa que será guardada en un sobre con ribetes azules y rojo).

Un abrazo
Jorge Rueda

27 de diciembre de 2008

Compañeras, compañeros de trabajo de cualquier lugar

En la cotidianidad del trabajo se forman largas amistades y como en la guerra, conocemos lo más sublime y lo más oscuro de la condición humana; escuchamos palabras mágicas que curan un mal momento; palabras hermosas pero envenenadas que buscan hacer daño profundo pero sin que quede una huella ante los ojos de los demás.
Compañeras, compañeros de trabajo de cualquier lugar, todo lo que podría ser armonía y construcción en algunos casos se convierte en competencia, pero no en sana competencia para contribuir al avance de los objetivos, se convierte en deseo de aparecer bien y con resultados frente a los ojos de la jefe, el jefe y quienes le rodean. Así, así no vale la pena.
Y los comentarios que no pasarían de ser comentarios se llevan a terceras personas con un carga de subjetividad que hace perder la objetividad sin un contexto y que lamentablemente llaman "lealtad". ¿Lealtad? Es una vulgar distorción del concepto.
En la lucha por la independencia de España, alguna vez dijo Simón Bolívar que "si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella" y algo parecido podríamos decir en las relaciones de trabajo y la condición humana.

30 de septiembre de 2008

Querida Blanca

Blanca Sabogal, la vida se alejo de ti a los 72 años pero diste la dura batalla por tenerla.
Con dolor te despedimos. “Siempre es amargo el adiós” pero la presencia de ti como mujer campesina, mujer que se forjó amasando la tierra, amasando pan, cuidando las vacas, plantando en la huerta, cuidando a sus hijas, a sus hijos; mujer que amó a su nieta Adriana con el tierno azul de la inmensidad; mujer que danzó por las tablas envejecidas del suelo del corredor de su finca en Choachi, muy cerca de Bogotá, mujer, mujer, mujer…Mujer extraordinaria.
Blanca, dejaste instalada en tu desendencia, una cualidad en extinción: la honradez y, les regalaste en cada día, la apropiación de la tenacidad y el amor al trabajo pero las dificultades de la vida en el campo, la educación recibida y otras tantas circunstancias de las que no voy a escribir un tratado, hicieron que te olvidaras de ti. Una enseñanza más para quienes te rodearon.
Blanca, gracias, con mucho amor, gracias. Yo también recibí de ti y disfruto de la presencia y la compañía de quienes gracias a ti tienen la vida.
Hasta siempre
Fabiola