9 de noviembre de 2009

Carta para Markos

Mi querido nieto:
Eran las 4 de la madrugada cuando sentí el timbre del teléfono. Escuhé a tu madre: Ya viene Markos. A partir de ese momento iniciamos el revuelo en el apartamento en el centro de Bogotá, plena Candelaria, zona histórica de esta capital.
En plan relajado, tu madre dejó que en la ducha, el agua corriera por su cuerpo en el que se dibujaba tu figura. Tu padre, acompañaba a la joven madre, y entre contracción y contracción terminó de pintar a Asterix y Obelix en tu cuarto. La abuela dio un retoque a la sala y a la cocina hasta que llegaron las 6 de la mañana, entonces ella preparó su cámara y, fotos aquí y fotos allá, esas que hoy ya son parte de tu historia.
Tu mami con su hermosa barriga, papá pintando y los cerros de Guadalupe y Monserrate pendientes del suceso para grabarlo en sus entrañas. Quizá algún día alguien descodifique todo lo que en su interior se acumula.
Pronto muy pronto llegaron las madrinas que acompañarían el nacimiento: una de siete años y otra de 10, desde luego, invitadas de excepción.
Llegó el médico con toda sus parafernalia de equipos y empezó a llenar de agua una piscina. Una enfermera y otra acompañante formaron el grupo de profesionales. Pero no sólo él y ellas fueron las responsables. Llegó tu tío materno con el darbuka y tocó música árabe, una prima que pronto se fue, la amiga entrañable de tu padre y la bioenergética de la familia.
Ya el alboroto estaba en su plenitud. Era una fiesta, ¡Claro que era una fiesta! Una nueva vida, un ser deseado y esperado estaba a punto de ver la luz.
Tu madre se introdujo en la cavidad llena de agua tibia mientras avanzaban las contracciones. Cambio de posiciones, masajes, mimitos para acompañar a esa valiente mujer que hizo junto a tu padre que tu llegada fuese de verdad un acontecimiento. Llenaron de contenido esta palabra.
La música paró. Abuela seguía preparando en la cocina arroz y sudado. ¡Ah! y aguapanela para darle sorbos a tu mami. Pronto sabrás que abuela no es la mejor cocinera pero que se reserva uno que otro plato para celebrar, pero cuanto si sabía ella es que “más sabe una diabla por vieja que por diabla” porque acertó la hora de tu nacimiento.
A las 5:25 de la tarde de un 22 de octubre, tomaste impulso y saliste del olimpo materno como si fueses un pez. El médico te tomó en sus manos y pasados unos segundos el pecho de tu madre fue el primer territorio sobre el que sentaste tu cabeza y soltaste el primer llanto. En medio de tanta felicidad, caras de sorpresa y sonrisas escuchamos “la voz de América”, a Mercedes Sosa, con “Palabras para Julia”. Luego un ritual para que tu padre cortara el obligo y, un brindis: Nació Markos. ¡Gracias a la vida! Seguía Mercedes con los versos de Violeta Parra.
Desde lejanas tierras el abuelo y la tía siguieron las horas hasta que las alcanzaron para retener la misma emoción de quienes presencialmente éramos partícipes.
¡Bienvenido! ¡Bienvenido! ¡Bienvenido! Una luz se coló por las ventanas y las fotos de un anaranjado atardecer dejaron constancia de la inmensa felicidad que se instaló en todos y todas las que esperábamos tu presencia.

Te querrá para el resto de la vida
La abuela