12 de junio de 2007

A mi espíritu


Mi querido y entrañable compañero:

Si la razón leyera esta carta seguro que además de su asombro y enojo perdería la razón, pero no es lo que hoy me importa porque con razones se pierde la razón de los sentimientos, las emociones, los deseos y el estado del espíritu y del alma; se pierden los rastros que en mí han quedado del pasado, y ese mí, es mi cuerpo, mi mente, mi alma y tú mi querido espíritu. Claro que la razón parece que empieza a entender algo de la inteligencia emocional, pero eso lo dejamos para luego
Amigo mío, ¿Cuántas veces la razón ha intentado disociar nuestra composición y unidad indisoluble?
Me enseñaron a cuidar el cuerpo desde los conceptos mercancía- estética (entendida como superficialidad y cualquier tipo de rentabilidad), no para sentirme saludable, reconciliada conmigo misma y la vida sino para agradar a otros, otras; no me enseñaron a cuidar mi cuerpo de acuerdo a las leyes de la naturaleza y mis necesidades, a mi todo integral y dentro de procesos permanentes sino por piezas separadas.
La razón me enseñó a separarme de ti mi querido espíritu, compañero de alegrías y batallas, por eso, si hoy me doliese el alma, quisiera llorar o sintiese tristeza, si deseara correr y no quisiera ver a mis semejantes, perdiese el deseo por todo, entonces me aconsejarían ir al psiquiatra y él (quizá sin saberlo), dentro del mundo de la medicina alopática o convencional me recetaría medicamentos que crean dependencia y producen efectos secundarios, pero además estaría ayudando a crear la causa y el efecto esencial en esta sociedad: el enriquecimiento desorbitado de los grandes laboratorios.
¿Dónde están los médicos y médicas tradicionales? Ellos y ellas saben que todos los males del cuerpo tienen una relación estrecha contigo espíritu y buscan soluciones que poco tienen que ver con los laboratorios que con diferentes mecanismos desprestigian la herencia milenaria de los chamanes, mamos o mayores de diferentes culturas. Claro que las empresas productoras de medicamentos, con el apoyo de los países industrializados, corren con los tratados de libre comercio a patentar los conocimientos nacidos de la relación estrecha entre los saberes y el espíritu de la madre tierra y el cosmos, entre la sabiduría y las necesidades de sus gentes.
Mi querido espíritu, no quiero dejarte errante, quiero que mientras esté de pasajera en este planeta caminemos en nuestra unidad, aunque, cuando cambio del continente europeo al americano, tú te quedas donde he estado anclada y mi cuerpo viaja o llega al sitio, eso me decía mi abuela Tina que nunca viajó más allá de lo sitios cercanos de su tierra natal pero que he podido comprobar.
Amigo entrañable, eres lo único que de verdad me perteneces. Cuidaré mucho más de ti, seguiré contigo en la búsqueda de aligerar cargas de mi historia para ver lo que no he podido ver por tener la mirada en otro lugar. Continuemos pues nuestro camino que aún queda mucha labor pendiente.
Un abrazo
Tu amiga de siempre