28 de septiembre de 2007

Para Francisco Alejandro

Querido hijo: hoy 29 de septiembre es tu cumpleaños. ¿Cumples? ¿Cumplirías? Ya no sé como conjugar los verbos cuando hablo de ti, cuando alguien me pregunta por mi número de hijos. ¿Cuántos tienes? Siempre te incluyo, claro está, porque sigues y seguirás siendo mi hijo.

Llevo muchos días con una profunda tristeza y el calendario interno fue quien me dio el campanazo para comprender el motivo. Desde luego es una fecha inolvidable pero no conectaba concientemente lo uno con lo otro.

Recuerdo que cuando estaba en embarazo de ti, nuestra casa fue allanada por el ejército, a tu padre se lo llevaron y lo desaparecieron quince días y tu tío Jairo (Ernesto) ya estaba desaparecido. Que raro suena decir e s t a b a, al lado de la palabara d e s a p a r e c i d o.

Los altos mandos del ejército de la IV Brigada esperaban tu nacimiento para mi detención y no creo que por mucho respeto a los Derechos Humanos, sólo por temor al escándalo internacional. Recuerdo que Colombia fue condenada por el Tribunal Russell, entre otras acusaciones, por las arbitrariedades en el Consejo de Guerra en el que juzgaron a 62 civiles.

La prensa, la radio que informaba y desinformaba, la distancia, las ausencias, la abuela recorriendo sitios para encontrar a los desparecidos, yo recorriendo ciudades y pueblos, organizando aqui y allá, luego la soledad de aquella sala del Seguro Social, el frío que me recorría el cuerpo, el deseo de verte y el miedo a que nacieses y luego me separaran de ti. Sin saberlo, prolongué el trabajo de parto. Escuché tu llanto. Eras muy pequeñito. Lloré de la emoción y de la angustia.

Finalmente tu padre apareció y el tío también. Las movilizaciones de los sindicatos, estudiantes, organizaciones campesinas e indígenas y las cartas de diputados cumplieron su cometido porque aparecieron. Fueron juzgados en ese Consejo de Guerra. ¿Delito? Luchar contra la injusticia en Colombia, luchar por las libertades políticas, luchar por un mundo diferente que era el que te queríamos dejar a ti (el primogénito).

Hijo la historia es larga, muy larga y es parte de la memoria colectiva de nuestra Colombia, de la que hace parte la de tantos que murieron sin lograr lo que buscaron y a lo que dedicaron sus cortas vidas. Pero ¿Recuerdas cuántas veces te lo conté? Porque tu preguntabas y preguntabas...

Esos días pasaron y cuando te hiciste grande, recodabas con alegría tu infancia, a tu padre y a tu madre bailando, estudiando, conspirando, corriendo detrás de tus hermanas y hermano; a tus primos, a las abuelas, al abuelo, tías, tíos, a toda esa gran familia que te regaló mimos, paseos, juegos y esos maravillosos diciembres comiendo natilla, algunos con las medidas de seguridad que exigían las circunstancias.

Fueron diez años entre los sobresaltos y la tanquilidad, luego llegó la larga y dolorosa vivencia del exilio, también tu exilio y con él, más poemas, diferentes a los que yo escribía en aquel entonces.

Alejo, no viste la luz del libro Amazonía entre Sombras. Estoy segura que te hubiese gustado leerlo porque son poemas desde el exilio, poemas de amor y desamor, de encuentros y desencuentros. Estarías orgulloso porque te lo dediqué a ti, sólo a ti. Las otras publicaciones estuvieron dedicadas a tus hermanas, a tu hermano y a tu padre, pero esta no. ¡Que pena! que sea por la razón que lleva su contenido:

Tierno guerrero,
hijo de sahngó
gozador en la aventura de la vida
amante de libros, cine
trasgresión y amor.
Dime ¿por qué, por qué
te abandonó la vida
en el jardín de tus 27 lunas?

Hijo, hoy celebro tu nacimiento y todo lo que contigo compartí, incluidos los enojos y rabietas, las largas discusiones teóricas, las jornadas de cine, el intercambio de libros y ...sería interminable seguir. Contiua tu camino, yo estoy haciendo el mío.

Siempre en mi recuerdo y mientras te recordemos seguirás vivo.

Tu madre