5 de septiembre de 2006

Para una amiga monja

Hace unos días me invitaste a la ceremonia en la que te entregabas al Señor, a tu Dios. Te desposabas. Entraste en la renuncia de bienes, hacías los votos de pobreza y te comprometías a entregar tu vida a la vida religiosa.
No asistí, pero esa mañana recordé nuestras conversaciones o quizás mis monólogos que tu comprendías pero no te llegaban. La razón te lo decía pero el sentimiento te impulsaba a otros caminos que yo sigo sin compartir. ¿Por qué? Simplemente traeré algunas inquietudes y desacuerdos que te dije mientras paseábamos. ¿Por qué se confunde creencia y religiosidad con institucionalidad? ¿Por qué se niegan los derechos a las mujeres en la religión e institución que tú abrazas? ¿Por qué te piden voto de pobreza si existen élites que son las que van a dirigir tu vida? ¿Por qué los votos de silencio? ¿Qué ocultan?
Amiga, creo que tu deseo de servir a la comunidad bien puede practicarse en este mundo “tan ancho y tan ajeno” como dijera Ciro Alegría; tu espiritualidad también puedes vivirla sin estar atada a la estructura piramidal tan parecida a los viejos partidos comunistas y a los partidos de derecha.
Me dijiste que tu felicidad estaba en el convento. Amiga, la felicidad se lleva puesta y si bien necesitamos buscar nuestro lugar, también lo es que no podemos ver el mundo sin las conexiones que tiene porque si nos las vemos, otros harán de nosotras, unas marionetas.
Espero volver a verte aunque por alguno de tus votos, ya no podremos hablar con la misma frescura.
Un abrazo
Alba