6 de octubre de 2006

La importancia del ocio

Les envío el primero de varios textos seleccionados de
las obras de Federico Nietzche. Lo hago para mis
recordados hermanos, hermanas y mis queridos amigos. Pablo


Este que sigue a continuación corresponde a una de sus más importantes creaciones filosóficas y literarias del gran pensador alemán: La Gaya Ciencia:
"329. Ocios y ociosidad.- Hay algo de salvajismo indio, peculiar a la sangre de los pieles rojas en la manera con que los norteamericanos ambicionan el oro.
Su ansia de trabajo que llega hasta hacerles echar los bofes, empieza ya a contagiar a Europa y a propagar por ella un singular error. Ahora nos avergonzamos del reposo; la meditación prolongada casi produce remordimientos; se medita reloj en mano mientras se come, con los ojos fijos en las cotizaciones de bolsa; se vive como si se temiera dejar de hacer algo. "Más vale hacer cualquier cosa que no hacer nada": esta máxima es un ardid para dar el golpe de gracia a todas las aficiones superiores. Y así como con esa precipitación en el trabajo desaparecen las formas para los ojos, sucumben también el sentido de la forma y se pierden la vista y el oído para la melodía del movimiento. La prueba está en la tosca precisión que ahora se exige en todo, siempre que el hombre quiere ser leal con el prójimo en sus relaciones con amigos, mujeres, parientes, niños, en las de maestros y discípulos, en las de los directores y los príncipes.
No hay ya tiempo ni constancia para las ceremonias ni para los rodeos de la cortesía ni para el ingenio en la conversación ni para otium alguno. La vida a caza de ganancias obliga a la inteligencia a una tensión abrumadora, a un disimulo constante y al cuidado de engañarse o apercibirse. El verdadero mérito consiste en hacer algo en menos tiempo que otro, sólo quedan, por consiguiente, muy escasas horas de lealtad lícita y en esas horas se está cansado y se aspira no sólo a dejarse llevar, sino a tenderse pesadamente a la larga. Con arreglo a esta inclinación se redacta ahora la correspondencia y el estilo y el espíritu de las cartas será siempre la verdadera señal de los tiempos.
Si el trato social y las artes nos placen todavía, el deleite que nos proporcionan es placer de esclavos fatigados por el trabajo. De tedio entregarse a la alegría entre cultos e ignorantes: averguenza la desconfianza creciente de toda alegría. El trabajo monopoliza cada día más la tranquilidad de conciencia, la inclinación a la alegría se llama ya necesidad de reponerse y empieza a avergonzarse de sí misma.
"La salud me lo exige", es lo que suele uno arguir cuando le Sorprenden pasando un día en el campo. Si, se llegará pronto a no ceder a la inclinación a la vida contemplativa (es decir, a pasearse en compañía de pensamientos y de amigos), sin despreciarse a sí
mismo y sentir tranquila la conciencia. Pues bien, antes sucedía lo contrario: el trabajo era el que no tenía tranquila la conciencia. Un hombre de noble origen se ocultaba para trabajar cuando a ello le forzaba la pobreza. El esclavo trabajaba abrumado bajo el peso del sentimiento de que hacía una cosa despreciable. Hacer era despreciable. "Sólo en el ocio y en la guerra hay honra y nobleza". Así hablaba la preocupación antigua.

(echar los bofes: trabajar excesivamente)

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